viernes, 30 de enero de 2015

EL LAGO OLVIDADO. Capítulo VII. Llamamiento.

    






    Llevaban largo rato caminando, internándose cada vez más en el lóbrego bosque. Los siete animales formaban una hilera perfecta, sigilosos y ágiles iban esquivando ramas y arbustos dirigiéndose por una senda que parecían conocer a la perfección. Cynthia iba justo en el centro, con tres gatos delante y tres detrás, como si la estuvieran escoltando para que no se perdiera o para que no corriera ningún peligro. La vegetación era tan densa que no corría el aire ni se podía ver la luz de la Luna, pero eso no era ningún impedimento para ellos.

    Cynthia estaba atónita, sus compañeros nunca se habían comportado de tal forma. Normalmente parecían sus súbditos, era ella quien los llamaba para que la ayudaran en sus tareas nocturnas mientras que ellos obedecían sin rechistar. Pero ahora era diferente, ya no tenía influencia sobre ellos. Intentaba preguntarles a dónde la llevaban pero ellos no parecían escucharla. Seguían su camino, internándose en el bosque cada vez más frondoso y prácticamente inaccesible para cualquier otra forma de vida, sobretodo para los humanos. El primero de ellos, al que todos seguían, era más pequeño que los demás, y a Cynthia le transmitía algo especial e intenso, casi peligroso. No sabía qué pensar de todo aquello, pero algo le decía que continuara.

    De súbito, tras un larguísimo y lento trayecto, el bosque se terminó y un enorme claro se presentó ante ellos. Cynthia se detuvo y observó la situación. Estaba ante un lugar extremadamente extraño. En un radio alrededor de una gran roca de más de dos metros no crecía ni una sola planta, sin embargo la luz de la luna tampoco podía entrar allí, pues las copas de los árboles que había alrededor formaban una especie de tejado con sus gruesas ramas entrelazas sobre el claro y sobre sus cabezas. Su compañía empezó a colocarse, sin prisa y con gran disciplina, en torno a la gran roca central, tal como hacían cuando ella los llamaba desde la orilla del lago. Al comprender lo que pasaba, ella les imitó y se sentó en el lugar que le correspondía.

    Tras unos instantes de impaciencia, algo parecía ocurrir, por fin, en frente de ella. Cynthia podía llegar a vislumbrar unos pequeños destellos al otro lado de la roca, al mismo tiempo que unos poderosos susurros se clavaban en sus tímpanos, tan penetrantes como si proviniesen de su propia conciencia. El tiempo parecía detenerse y un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, desde la cabeza hasta los pies. Su pelaje incontrolablemente se erizó.
    —Calma, joven shareek —dijo alguien desde el otro lado de la roca—. Ya he terminado, estás a salvo.

    Era una voz femenina, grave y dulce al mismo tiempo, tan imponente como tierna. Cynthia, casi en contra de su voluntad, se tranquilizó ligeramente y su pelaje volvió a su estado normal.
    La mujer misteriosa se mostró ante ella. Era indudablemente hermosa y extraña al mismo tiempo. No se parecía a ninguna persona que Cynthia pudiera haber visto antes, incluso si hubiera vivido mil años. Aquella mujer tenía el pelo anaranjado y la piel tan blanca que casi brillaba. Vestía con una reluciente y extraña túnica blanca, la cual comenzaba en el cuello, justo debajo de su barbilla, y terminaba más allá de sus pies, arrastrándose por el suelo tras ella. Un estilizado encaje le cubría completamente desde las muñecas hasta el cuello. Sus ojos eran grandes y verdes, y sus pupilas no eran las habituales. Cynthia se sorprendió al ver que tenían forma de estrella de cuatro puntas. En la mano llevaba una flauta vieja y ennegrecida.

    Cynthia quiso preguntarle algo, quería saber quién era aquella mujer y por qué la había llamado, pero se había olvidado de que estaba transformada en un animal y no podía hablar, al menos no podía hacerlo de la forma en la que estaba habituada. Cuando tenía forma humana o animal, no le costaba comunicarse con sus compañeros felinos, no sabía exactamente cómo lo hacía, pero era algo innato en ella que le salía con relativa facilidad. Esta vez era diferente. Dentro del cuerpo de aquel gato le resultaba imposible comunicarse con su anfitriona. Se sintió impotente e indefensa. Por un momento pensó en volver a su forma humana, pero sin ninguna prenda a mano, aparecería irremediablemente desnuda, y se sentía demasiado pequeña e insegura delante de aquella poderosa mujer como para mostrarse tal como su madre la trajo al mundo. Sin embargo, fue la mujer la que, acercándose a ella a grandes y lentos pasos, prosiguió hablando.

    —Has venido a mí, has escuchado mi llamada —la mujer caminaba levantándose ligeramente la túnica para no tropezar—. Por ello te doy las gracias.
    Aquella voz era embriagadora. Cynthia pronto se dio cuenta. Las palabras quedaban suspendidas en el aire, en una especie de eco, como si fueran recuerdos que flotasen en su mente, en lugar de sonidos del exterior.

    —Háblame —la mujer se agachó con delicadeza ante la pequeña forma negra y peluda que era Cynthia. Los demás gatos permanecían en sus lugares, impasibles y tranquilos, contemplando la escena. La mujer posó una mano sobre Cynthia y la acarició. Era la primera vez que alguien la tocaba en forma animal. Poco a poco se tranquilizó. Las caricias eran cálidas y suaves y le proporcionaban una gran seguridad. Su miedo hacia aquella forma humana fue desapareciendo—, puedes hacerlo, aunque no lo creas, joven shareek. Simplemente háblame, piensa en algo que quieras preguntarme y sácalo de tu interior. Sé que tienes muchas preguntas. Para obtener respuestas, debes aprender a preguntar. No tengas miedo.

    Y Cynthia dejó de tener miedo, y habló.

    

— FINAL DE LA PRIMERA PARTE 




martes, 20 de enero de 2015

Reseña de El libro de Eli

Hace 30 años un “flash” o resplandor iluminó y calentó la Tierra devorando todo a su paso: ciudades, vegetación, fauna y civilización humana. Las pocas personas que sobrevivieron se las arreglan como pueden, principalmente formando parte de pequeños grupos de bandidos donde impera la ley del más fuerte. Parece ser que todo el agua dulce sobre la superficie del planeta también fue evaporada y no queda más remedio que buscarla en pozos y manantiales, los cuales también escasean.

Esta es la realidad distópica que nos presentan los directores, los hermanos Hughes, junto con el guionista Gary Whitta. El típico mundo distópico plagado de hombres y mujeres extremadamente salvajes y violentos, donde los homicidios, violaciones e incluso el canibalismo están a la orden del día y donde el agua limpia y potable es el bien más preciado y buscado.

A través de una atmósfera visual cargada de grises y de un paisaje árido y polvoriento aparece nuestro protagonista, Eli (Denzel Washington), que nos enseña nada más lejos que su día a día en este mundo post-apocalíptico. Con grandes aptitudes de supervivencia y combate cuerpo a cuerpo, vemos a Eli viajar hacia el Oeste, intentando seguir su camino a toda costa y sin buscar problemas, cosa que obviamente no consigue. Cuando se ve acorralado y no hay otra salida empuña su machete y va repartiendo “amor” hasta hacerse camino terminando con todo el que se atreva a enfrentarse a él. Son combates espectaculares donde Eli muestra unos inigualables reflejos y habilidad con el arma, con ecos que nos transladan a los combates de la película Kill Bill, solo que en este caso el protagonista porta un machete en vez de dos katanas.

Una vez hemos podido ver de qué está hecho el tal Eli, pronto aparece en pantalla el villano de la película, Carnegie, en la piel de nada menos que Gary Oldman. Es en este punto cuando, por primera vez, el filme nos deja entrever la relación que hay entre el título de la película y los acontecimientos de la misma, pues se puede intuir fácilmente que Carnegie busca aquello que Eli posee y prometió proteger.

La película comienza con un ritmo sosegado e incluso lento, pero a partir de la aparición del ya mencionado Oldman, Sonara (Mila Kunis) y su madre Claudia (Jennifer Beals), se dan lugar los acontecimientos más interesantes, donde el héroe trata de cumplir su misión luchando contra el despiadado villano y sus secuaces. Todo ello en el marco de un paisaje desolado y lóbrego, con reminiscencias del género western claramente identificables desde el primer momento.

Una anécdota curiosa (o quizá no tanto) es que el doblador habitual de Gary Oldman, Pedro Molina, sí actúa en esta película aunque le pone voz a Denzel Washington, no al propio Oldman. Esto se debe a que no estamos hablando de un actor al uso, sino de un gran especialista en el control del registro vocal. Recordemos que Oldman en algunos países (entre ellos, España) ha tenido que ser doblado por dos actores en la película Drácula, de Bram Stoker (Bram Stoker's Dracula, 1992) debido a que uno solo no podía realizar los cambios de octava del multigalardonado actor.







Título original: The book of Eli
Año: 2010
Género: distopía, ciencia ficción
Dirección:  Albert y Allen Hughes
Guión: Gary Whitta
Reparto: Denzel Washington, Gary Oldman, Mila Kunis, Jennifer Beals, Ray Stevenson
Música: Atticus Ross
Fotografía: Don Burgess




Puntuación: 3,5/5


jueves, 15 de enero de 2015

EL LAGO OLVIDADO. Capítulo VI. Enfermedad.

    






    La familia Lange esperaba en el salón de su humilde casa mientras una curandera con la tez oscura como el carbón le atendía. La casa de la familia Lange tenía dos pisos. Arriba había tres habitaciones. Abajo estaba la cocina y un baño, y según entrabas por la puerta principal, había un gran espacio cuya función era al mismo tiempo la de una sala de estar, un comedor y un hall. Allí era donde la curandera intentaba bajarle la fiebre a Halder. Adam, su hermano mayor, acababa de llegar de la cocina y le entregaba un vaso de agua a su madre. Hugo, el siguiente en edad, se dejaba abrazar por Suni al lado del cuerpo de su hermano enfermo.

    Halder no había muerto, pero estaba sumido en un sueño profundo e imperturbable del que hasta el momento no había podido salir. Estaba tendido en el sofá, sobre una toalla. La mujer que le trataba le aplicaba pócimas, medicinas, perfumes con esencia de sus más poderosos elixires, pero todo era inútil. El cuarto seguía apestando a incienso y Halder Lange no mostraba un atisbo de vida más allá de su pausada y rítmica respiración.

    Le obligaré a descansar hasta que se recupere le decía el Señor Lange a su mujer para tranquilizarla, si hace falta le ataré a la cama.
    La Señora Lange había estado llorando durante gran parte del tiempo desde que los vecinos le llevaron a su hijo. Pero había pasado más de medio día desde entonces, y sin comer ni dormir el cansancio era notorio y no tenía fuerzas ni intención de volver a llorar o de moverse de allí hasta notar algún tipo de mejoría en Halder. Su marido estaba con ella, y su hijo Adam iba y venía con el semblante serio, cada vez más inquieto.

    Niña, acércate dijo la curandera, tras haber estado reflexionando unos segundos, dirigiéndose a Suni. Mantén este paño húmedo y frío sobre su frente. Ahora está dormido, y dormirá hasta el amanecer. Pero tiene mucha fiebre. Necesito algo más potente. Tengo que volver.
    La curandera se puso a recoger sus cosas a toda prisa.
    ¿A dónde va? No puede irse ahora la Señora Lange se levantó y avanzó hacia la curandera, iracunda e impotente. Nos dijo que lo trataría, ¡no puede irse ahora!
    Claro que puedo irme ahora la curandera miró fijamente a la madre de Halder a los ojos, como si la estuviera retando a que le contestara. De pronto, hablaba con un tono muchísimo más duro que mientras trataba a su hijo. Y claro que me iré. Necesito algo más potente para detener esta enfermedad, algo que pueda llegar más adentro. Su hijo se va a morir si no hago algo. Existe una línea que no debe sobrepasar, y si lo hace, será demasiado tarde. Su hijo está muy cerca de esa línea. Tengo que irme, y me iré ahora mismo, Señora. Volveré en cuanto me sea posible, si a usted le parece bien. Adiós.

    La familia Lange al completo se quedó sin habla. La curandera salió por la puerta con gesto enfadado. Nadie se atrevió a decir nada durante unos instantes. Se sentían impotentes. El primero en hablar fue Adam.
    Está bien. Yo me quedaré con él se acercó a su madre y le puso una mano en cada hombro. Madre, debes descansar o acabarás como él. Tú también, padre. Iros todos arriba y descansar. Lleváis demasiado tiempo respirando este aire cargado y necesitáis despejaros. Yo me ocuparé de Halder y luego lo harán Hugo y Suni. Dijo que volvería, confiemos en ella, no tiene fama de ser incompetente, al contrario. Iros a dormir y reponer fuerzas para mañana.
    La Señora Lange rompió a llorar y se abrazó a su hijo mayor. Todos parecían estar de acuerdo. Adam y su padre se miraron con complicidad y a continuación, el Señor Lange se llevó a su mujer de allí. Cuando sus padres y Hugo se hubieron ido, Adam reparó en su hermana. Suni no se había movido del sitio.

    ¿Suni? ¿Me has escuchado? dijo Adam con calma. Vamos, ve a dormir, yo cuidaré de él.
    Aún tengo fuerzas para quedarme, no te preocupes por mí. Me quedaré.
    Suni, escucha…
    ¡Que no! Adam, ya te he escuchado. ¡Escúchame tú a mí! Te estoy diciendo que no me pienso mover de aquí. No me voy a separar ni un segundo de él, me digas lo que me digas.
    Bien Adam suspiró. Haré algo para comer.

    Estaban más hambrientos de lo que creían. Adam trajo algo de queso y pan, y también un par de huevos cocidos para cada uno. También trajo leche caliente. Comieron y bebieron despacio y en silencio. Cuando terminaron. Adam recogió y lavó los platos y luego se puso a leer un libro para despejar la mente. Suni estaba sentada en el suelo, con la cabeza apoyada en el sofá en el que Halder estaba tendido. Adam se dio cuenta de que tiritaba ligeramente.

    Ya empieza a hacer frío, iré a por unas mantas dijo Adam. Suni asintió con la cabeza.
    Cuando Adam regresó al salón, observó, desde lo alto de la escalera, que Suni hablaba con un extraño que había llamado a la puerta. Era un hombre encapuchado que vestía completamente de negro. Adam vio como su hermana cogía algo que aquel hombre le entregaba. Pensó que podría ser alguien peligroso, a aquellas horas de la noche. Tiró las mantas al suelo y bajó sigilosamente por las escaleras, intentando prestar atención a lo que hablaban. Fue inútil. El hombre desapareció tan pronto como había llegado. Suni cerró la puerta y miró a Adam, desconcertada.

    ¿Quién era? ¿Qué te ha dicho? preguntó Adam.
    No lo sé Suni le mostró un sobre a su hermano, estaba algo sucio y arrugado. Me ha dicho que alguien nos envía un mensaje, le he preguntado pero no ha querido decirme nada más.
    Quizá se ha confundido de casa…
    Suni le señaló a su hermano una esquina del sobre donde se podía leer claramente “Lange”. Ambos se miraron extrañados. Adam abrió el sobre y juntos leyeron el mensaje. Se quedaron anonadados.
    Hay que aguantar hasta el amanecer dijo Adam, procurando tranquilizar a su hermana pequeña, seguramente volverá la curandera cuando menos nos lo esperemos y sabrá lo que hay que hacer. Esto significa que no piensa olvidarnos.

    Adam cogió las mantas de donde las había dejado y arropó a su hermana. Después le cambió el paño húmedo de la frente a su hermano, el cual no había experimentado ni la más mínima evolución desde que la curandera se hubiera ido horas antes. Se sentó en el sillón, sin dejar de pensar en el mensaje que aquel extraño hombre les había entregado en medio de la noche. Las horas pasaban lentas y pesadas, su hermana ya había sucumbido al sueño y por fin descansaba, respirando profundamente.

    Al fin llegó el amanecer. Los primeros rayos de sol del día luchaban por iluminar de nuevo el mundo. Algunos tímidos pájaros comenzaban a cantar afuera, en los árboles y en los tejados. De pronto, alguien llamó a la puerta. Adam estaba sentado en el suelo, apoyado sobre la puerta principal, así que los golpeteos le sobresaltaron. Abrió rápidamente, pensando que podría ser la curandera. No se equivocó. La mujer entró sin saludar ni pedir permiso, con el rostro cansado y a grandes zancadas.

    —¿Qué habéis hecho? la voz de la mujer era casi un susurro dirigido a nadie en concreto. Adam no comprendió la pregunta. De pronto se acordó de algo y miró a donde ella miraba, hacia el sofá.
    Suni se había despertado con la llegada de la curandera, cuando levantó la mirada, comenzó a gritar. Halder Lange ya no estaba tendido en aquel sofá, había desaparecido. Detrás de la puerta, al lado del lugar donde Adam se había quedado dormido, había un sobre algo sucio y arrugado con el siguiente mensaje:



«Está en peligro. Y vosotros también. Niña, mantén el paño frío y húmedo, que no le empeore la fiebre. Ni se os ocurra dejarlo solo. Todo depende de ello. Si lo hacéis las consecuencias podrían ser desastrosas. Para todos.»




lunes, 12 de enero de 2015

Sobre el odio

    El odio es una sombra negra y alargada. En muchos casos, ni siquiera quien lo siente sabe de dónde le viene. Es un arma de doble filo. Al tiempo que herimos al contrincante, nos herimos a nosotros mismos. Cuanto más grande es la herida que le infligimos, más grave es la nuestra. Puede llegar a ser fatal. Pero no es fácil librarse de él. Usted también debe tener cuidado, señor Okada. El odio es muy peligroso. Y, una vez arraigado en nuestro corazón, extirparlo es una tarea titánica.


«Crónica del pájaro que da cuerda al mundo»
Haruki Murakami


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